Es conocida la alta prevalencia de problemas emocionales en la infancia , tristemente su inicio cada vez es más precoz y debido además su cronicidad si no son tratados, y a sus repercusiones en el desarrollo del niño y la familia, se convierte en un grave problema de salud pública.
Se estima que de 3 a 6 de cada 10 preadolescentes y de 3 a 5 de cada 10 adolescentes presentan algún problema psicológico (Ezpeleta et al., 2007). En particular, los problemas emocionales interfieren notablemente en el desarrollo normativo de habilidades y competencias emocionales, cognitivas y sociales del niño y del adolescente, lo cual no les permite ir superando los hitos normativos deseados en cada etapa del desarrollo.
Los problemas emocionales interfieren notablemente en el desarrollo normativo de habilidades y competencias emocionales, cognitivas y sociales del niño y del adolescente.
Según la OMS, los trastornos emocionales o la sintomatología relacionada con problemas emocionales, está entre las causas más relevantes y con mayor capacidad para generar desadaptación en niños y adolescentes de entre 10 y 19 años (OMS, 2014).
Uno de los problemas emocionales con mayor incidencia es la depresión infanto juvenil, y aunque existen diferencias, la sintomatología es similar a la de los adultos, adaptando ésta a cada etapa del desarrollo y siempre teniendo en cuenta las diferencias que aparecen en cada estadio.
Los Síntomas Principales que aparecen en un cuadro de sintomatología depresiva son un estado de ánimo disfórico (melancolía), expresiones o muestras de tristeza, soledad, desdicha, indefensión, cambios en el estado de ánimo, irritabilidad, hipersensibilidad, llora fácilmente y negativismo.
Así mismo aparecen ideas autodespreciativas como sentimientos de inutilidad, fealdad, culpabilidad, deseo de huir, de escaparse de casa, incluso pensamientos sobre la muerte y tentativas de suicidio.
Como síntomas secundarios asociados aparecerá conducta agresiva, dificultades en las relaciones interpersonales , perdida de interés en intereses sociales , también alteraciones de sueño, cambios en el rendimiento escolar , quejas somáticas disminución de la energía, fatiga física o mental, cambios en el apetito y/o en el peso habitual.
Es de gran importancia la intervención temprana para que, unido a otros factores relevantes, existan un buen pronóstico y ayude a evitar la comorbilidad con otros trastornos.